Julio 2015
Una se acerca a la figura del cantautor con recelo: atractivo,
noctámbulo, de vida bohemia, alabado por crápulas legendarios como "gran
conquistador que sabía encandilar a la mujeres y capearlas como ninguno" [1].
Pero como una intenta formar su criterio más allá de sus
propios prejuicios y los de los demás, como la acusación que encuentro en El
País de que “Krahe, como Quevedo, es un misógino que necesita a las mujeres, pero
no desaprovecha ocasión para ponerlas a caldo” [2], me dispongo a cotillear
sobre su vida y analizar algunas de las más de 150 canciones de Krahe desde la
perspectiva de género. Veo que Krahe invierte sus primeros casi 30 años en
liberarse de las expectativas familiares, que vive una historia de amor que
dura toda la vida con su mujer de origen canadiense Annick con la que tiene
hijos y nietos, que dice “le castigan cuando han pasado varios fines de semana
fuera actuando” [3] (cosa que solo ocurre cuando hay apego familiar
establecido) y que le gusta jugar al ajedrez e ir a su casa de Zahara de los
Atunes donde los lugareños le aprecian, aunque no haga flamenco. Y veo que en
sus canciones no pone a las mujeres a caldo ni mucho menos y tampoco las halaga
en exceso (con la excepción de la chorrada de canción Olé tus tetas), más bien habla de situaciones de desencuentro, en
las que no duda en desdramatizar las frustraciones que esas situaciones le
provocan a base de ridiculizarlas con una enorme capacidad de reírse de sí
mismo. En cambio, sí veo sensibilidad de género cuando este término no tenía la
acepción que hoy tiene: Si fuera yo mujer / minoría racial, zurdo, homosexual…
(Sr. Juez) y un mensaje crítico
implacable contra la violencia machista en un
tiempo en el que el fenómeno ni siquiera tenía nombre (Dónde se habrá metido esta mujer). Contra las mujeres no está,
concluyo en mi primer diagnóstico preliminar.
Y continúo hacia terrenos más movedizos, las imperceptibles
líneas que construyen los pactos de género entre hombres y veo que Krahe ha
conseguido tocar todas las líneas de flotación de la autoestima masculina con
ese “humor blanco del triángulo isósceles que es igual si se coloca de costado,
salvo que está muchísimo más cómodo”. Se atrevió con el tamaño del pene en Burdo rumor, inmensa y silenciada causa
de dolor para tantos niños, jóvenes y hombres aún hoy; se atrevió con la
masturbación y los conflictos internos que generaba sobre todo en aquella
generación criada en el franquismo, pero que todavía existente en muchos
ámbitos familiares y sociales, con su Mano
en pena en la que desangustia una barbaridad con su “pero bueno, me
entretiene”, se atrevió con el fantasma del cornudo en Sábanas de seda, dedicada al supuesto amante de su mujer y,
finalmente y sobre todo, se atrevió a ridiculizar como nadie el mandato de
género de la potencia sexual y la promiscuidad, eso de que no pueden desaprovechar
ninguna oportunidad si alguna se pone a tiro en Kriptonita, Sr Juez y, por supuestísimo, No todo va ser follar.
Y desde ahí llego a la esencia del personaje, desnudo y destripado, en Nos ocupamos del mar, donde
Krahe habla del amor como construcción entre dos, donde se reconoce y valora el
trabajo de cada cual según su talante, del trabajo de ella de regar lo
escondido, de ocuparse de todo lo importante, donde sobre todo reconoce que es
cansado y una siente el respeto profundo de Krahe por ese cansancio, tantas
veces incomprendido por los hombres (siempre cansadas, ya nunca nos apetece follar), cuando pone sus ojos, sus manos, su voz en
su costado, mientras ella descansa a su lado. Ese reconocimiento del cansancio
de las mujeres me emociona y me enamora y hago mías las palabras de Pilar
Bardem [5]: “Me gusta, porque además de estar bueno, es una persona que es
feminista”. ¡Salud!
Paz Blanco - Socia del Colectivo Sororidad
[1] Joaquín Sabina, entrevista para el documental Esta no es la vida privada de Javier Krahe.
[2] Ricardo Cantalapiedra, Ácido
cítrico chulo. El País 24 diciembre 1999.
[3] Entrevista para Discópolis
de Radio 3. 3 de diciembre de 2013
[4] Entrevista para el documental Esta
no es la vida privada de Javier Krahe